O sea, mi grupo de trabajo de la maestría está "incómodo" conmigo. Se me asignó el desarrollo y presentación de un caso para el curso de Gerencia de Operaciones. Debía enviarlo al grupo para su revisión el jueves, y bueno, era viernes por la tarde y aun no terminaba. Para colmo de la aparente "conchudez" (de mi parte), envié un correo pidiéndoles que se conecten a las 9 p. m. para completar (y terminar juntos) la tarea.
¡Okay, okay! No debí enviar ese correo. Debí quedarme calladito y asegurarles que completaría el trabajo —como que fue así, finalmente—; sin embargo, horas antes uno de los chicos envió un correo proponiendo repartir lo que faltaba por hacer. Yo asumí que era un generoso ofrecimiento de darme una mano... Ignorancia crasa.
El correo que llegó a mi bandeja, casi al cierre de la tarde, me descuadró: "el grupo está incómodo contigo", "debiste avisar que no podías con el trabajo", "tuviste toda la semana para terminarlo", "recién lo has empezado a ver el miércoles", "que no se vuelva a repetir". Merecida llamada de atención o no... más probable que sí a que no, considero que hubiera sido más oportuna después de presentar el trabajo (el sábado en la tarde, ¡ojo!), ya que después de un "café cortado con mala leche" (injusto o no) de todas formas te deja "bajoneado" —como me decía Mariella Allan (¿así se escribía el apellido de mi otrora mejor amiga?)—.
Y "bajoneado" (léase desmotivado), no es el mejor estado de ánimo para redactar un documento y preparar una buena presentación, creo yo.
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