Después de recoger mi examen final de Estadística, sentí una emoción muy particular: una especie de orgullo propio que en los minutos siguientes se convirtió en orgullo egoísta —en el buen sentido de la palabra—, satisfecho por ser seguramente uno de los pocos, sino el único, que lograron la nota máxima.
Cuando llegué a la cafetería, me percaté de que algunos —mas bien la mayoría— de mis compañeros esbozaban una inexplicable sonrisa de satisfacción. Luego de preguntar a unos cuantos por la nota que habían obtenido, caí en cuenta de que no había evidencia sustancial para creer que yo era el genio de la Estadística de la clase.
:)
No hay comentarios:
Publicar un comentario